«Mathilda», Mary Shelley

Título: Mathilda | Autora: Mary Shelley
Editorial: NørdicaLibros | Número de páginas: 128 | Precio: 17’50€

Mary Shelley (Londres, 1793) es una autora británica mundialmente conocida por su contribución a la literatura romántica con su libro Frankenstein o el moderno Prometeo. Condicionada por la sombra de su madre, Mary Wollstonecraft, y perseguida por la desgracia en su relación sentimental con el también poeta británico, Percy Shelley; Mary Shelley supo reflejar la perfección en sus obras el sentimiento de abandono y la soledad que sufragó el movimiento romántico. La novela que traigo a colación hoy es Mathilda.

Esta obra fue escrita entre 1819 y 1820, pero no vería la luz hasta 1959 debido a su temática incestuosa. En esta novela, la autora británica aborda el mundo interior de Mathilda, su protagonista, quien se siente atrapada por la culpabilidad ante las normas sociales que la responsabilizan de las pasiones de su padre. A través de una extensa carta dirigida hacia el que parece ser el único amigo que le queda a la joven Mathilda, esta hace una revisión de lo que ha sido su vida y de cuáles han sido los desencadenantes que la han llevado a terminar aislada del mundo.

Nada más nacer fue abandonada por su padre, quien no soportaba la idea de criar al bebé que había causado la muerte de su amada durante al parto. Aquí ya se plasma el dolor que origina el abandono en la protagonista. Cuando esta cumple dieciséis años, el padre decide volver de su exilio voluntario y comienza a forjarse una relación entre padre e hija que se podría considerar normal: charlan, pasean y transcurre el tiempo juntos sin ningún incidente, haciendo planes de futuro. Sin embargo, teniendo en cuenta la edad de la joven, ante el primer pretendiente de esta se produce un cambio en el padre que descubrirá al final el oscuro secreto: la pasión que se despierta en este al darse cuenta de que su hija ya puede ser objeto de deseo. Aquí, a mi parecer, es donde está la verdadera clave de la obra. No tanto en el deseo incestuoso, sino en la culpabilización de la joven por ser deseable.

«»Diana murió para darle la vida, el espíritu de su madre ha pasado a su cuerpo, ella debe ser lo mismo que Diana fue para mí.»»

Lo que origina la reclusión de la joven y lo que la lleva a sumirse en un estado de profunda desesperación y melancolía es la culpa que siente por haber despertado ese deseo. Se muestra así la visión de la sociedad que culpabiliza a la posible víctima, porque sí que es cierto que Shelley no centra la atención en la visión paterna, ni este deseo incestuoso se materializa más allá de la palabra. Al estar contada la historia desde el punto de vista de la joven, del padre solo conocemos sus accesos de ira y su deseo de volver a alejarla una vez que se comienza a intensificar su pasión. La autora no se interesa en plasmar una violación o una relación no consentida, sino la angustia generada por la culpa. Mathilda se culpabiliza desde el primer momento de todos los cambios de humor de su padre, así como del deseo que se ha desarrollado.

«Conocí su secreto, que nos perdió a uno y a otro para siempre.»

Shelley consigue construir muy bien el personaje principal, posiblemente por el carácter autobiográfico que se le puede atribuir a la historia, ya que, al igual que su protagonista, ella también se quedó huérfana de madre y sintió el abandono y la culpa ante una situación que no había podido elegir. El resto de personajes, sin embargo, son meramente accesorios para expresar todo un mundo interior lleno de sufrimiento. La idea del suicidio sobrevuela a lo largo de la obra como una vía de escape a la culpa, pero la protagonista se siente incapaz de condenarse a sí misma al infierno, pese a todo, ya que para ella la salvación reside en la purgación del pecado a través del sufrimiento en vida, materializado en el aislamiento.

Por otro lado, saliendo un poco de la trama, me ha gustado especialmente cómo la autora enmarca la historia en unas descripciones magníficas de los paisajes naturales escoceses e ingleses. Nos sentimos transportados a una naturaleza hostil, pero a su vez, acogedora para el sufridor. De hecho, el amigo a quien se dirige en todo momento Mathilda, también opta por la reclusión en la Naturaleza para sanar su sufrimiento al haber perdido a su amada.

«Mi mayor placer era gozar de un cielo sereno en aquellos bosques verdosos, aunque me gustaban todos los cambios de la Naturaleza: la lluvia, la tormenta, las maravillosas nubes del cielo traían consigo sus delicias. Arrullada por las olas del lago, mi mente se elevaba triunfante»

Mathilda supone un magnífico ejemplo de la narrativa Romántica y, a su vez, un grito de ayuda que ya estaba presente en la publicación de Frankenstein o el moderno Prometeo. Una vez más, sorprende que siendo tan joven, la autora pueda albergar tanto dolor y sea capaz de transmitirlo de manera que el lector pueda empatizar con el personaje. Me quedo con ganas de haber profundizado más en la historia, pero creo que, de nuevo, Mary Shelley es una apuesta segura.

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